lunes, 17 de noviembre de 2008

ALEAS

Aleas

El pequeño y restaurado pueblo de Aleas, perteneció históricamente al territorio de Beleña del Sorbe y como villa estuvo encuadrado al señorío de los Valdes y de los Mendozas, en su rama de los condes de Coruña, hasta el siglo XIX.
Del primitivo caserío de Aleas, el pueblo que conocierón nuestros abuelos del lugar, desapareció cuando fue línea de fuego en los horribles enfrentamientos de la guerra civil española. Las ruinas de los extramuros y los montones de piedras blanquecinas de yeso-alabastrado que hay sobre una pequeña colina que une la ermita de La Soledad junto al pequeño camposanto atestiguan hasta nuestros días la feroz destrucción a la que fue sometido su antiguo caserío.
El nuevo pueblo como otros colindantes, se volvió a reedificar con sencillos planteles de casas labriegas y ganaderas en un solo barrio por parte de la Organización Nacional de La Dirección General de Regiones Devastadas sobre el año 1944, dejando sin reconstruir la iglesia.
Como municipio, Aleas se incorporó abmistrativamente sobre los años sesenta al Ayuntamiento de Cogolludo.

PATRIMONIO
Entre las dos filas de casas de manera alineadas, se encuentra la fuente de fresca y saludable agua en cuyo pilón aletean los peces. En esta figura una placa con la fecha y el alcalde que la inauguro. Un poco más arriba se puede apreciar la ermita de la Soledad reluciente de cal y con claros signos de recientes reparaciones ya que sirve como templo parroquial donde al menos los domingos oficia misa el sacerdote de la zona. La iglesia originaria se encuentra en ruina, junto a la edificación de lo que fueron escuelas publicas del pueblo.

FIESTAS TRADICIONALES
Su fiesta principal y anual se puede decir que es la dedicada a la Candelaria de Aleas, en cuya jornada sale a la calle la Botarga, personaje revestido con traje multicolor hecho de retales de franela en diferentes colores alternados. Lleva capuchón, muy antiguo, y su actuación es el día 2 de cada mes de febrero, corriendo por la calles a la vez que hace contusiones para asustar a la chiquillería que encuentra a su paso, a los que ya intimida con su careta de madera y una pequeña porra de simbología demoníaca.

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